La sonrisa de Dimas Burke, una sonrisa en la que se mezclaban encontrados sentimientos, predominando la ironía, consiguió irritar a Wallace Guilfoyle, el teniente del Ejército de la Confederación que, en Richmond, se ocupaba con los demás jefes y oficiales de reorganizar las fuerzas para, según la frase popular, «dar la batalla definitiva a los malditos yanquis, demostrándoles que no eran capaces de vencer al gobierno de Jefferson Davis».
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La sonrisa de Dimas Burke, una sonrisa en la que se mezclaban encontrados sentimientos, predominando la ironía, consiguió irritar a Wallace Guilfoyle, el teniente del Ejército de la Confederación que, en Richmond, se ocupaba con los demás jefes y oficiales de reorganizar las fuerzas para, según la frase popular, «dar la batalla definitiva a los malditos yanquis, demostrándoles que no eran capaces de vencer al gobierno de Jefferson Davis».