CARLTON Dacres, sentado cómodamente en un sillón del despacho, con las piernas cruzadas indolentemente y la pipa entre sus fornidos dientes, fumaba con displicencia y miraba a su sobrina Ilona con aire despectivo, mientras en sus labios, finos y crueles, florecía un conato de-sonrisa irónica. Amery, su hijo, un mocetón alto, algo espigado, no mal parecido, pero con unos ojos grises de pupilas indefinidas que parecían no mirar nunca determinadamente ningún objeto, se apoyaba en el quicio de la ventana con la mano derecha hundida en la cinturilla del pantalón y la izquierda acariciándose la puntiaguda barbilla. Ambos permanecían atentos a las reacciones de la muchacha, que, tras la mesa del despacho, en pie, les fulminaba con sus ojos negros y luminosos, como si quisiera abrasarlos con el fuego de sus pupilas.
Description:
CARLTON Dacres, sentado cómodamente en un sillón del despacho, con las piernas cruzadas indolentemente y la pipa entre sus fornidos dientes, fumaba con displicencia y miraba a su sobrina Ilona con aire despectivo, mientras en sus labios, finos y crueles, florecía un conato de-sonrisa irónica. Amery, su hijo, un mocetón alto, algo espigado, no mal parecido, pero con unos ojos grises de pupilas indefinidas que parecían no mirar nunca determinadamente ningún objeto, se apoyaba en el quicio de la ventana con la mano derecha hundida en la cinturilla del pantalón y la izquierda acariciándose la puntiaguda barbilla. Ambos permanecían atentos a las reacciones de la muchacha, que, tras la mesa del despacho, en pie, les fulminaba con sus ojos negros y luminosos, como si quisiera abrasarlos con el fuego de sus pupilas.