MANILA era un pequeño poblado a unas veinticinco millas de Helena, la capital de Montana. No tenía una gran vida propia, pero sí cierto movimiento ambulatorio de tipos rudos y extraños, que unas veces afluían hacia la cuenca, atraídos por las minas de diamantes que se explotaban en la región y otras se retiraban hacia los cuatro puntos cardinales, agotados de trabajar en las minas reconocidas, o fracasados por no encontrar yacimientos inéditos que denunciar.
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MANILA era un pequeño poblado a unas veinticinco millas de Helena, la capital de Montana. No tenía una gran vida propia, pero sí cierto movimiento ambulatorio de tipos rudos y extraños, que unas veces afluían hacia la cuenca, atraídos por las minas de diamantes que se explotaban en la región y otras se retiraban hacia los cuatro puntos cardinales, agotados de trabajar en las minas reconocidas, o fracasados por no encontrar yacimientos inéditos que denunciar.