AUSTIN McLean se iba al infierno de cabeza. Él lo sabía, pero no parecía muy preocupado por ello. Había dado demasiada guerra en el mundo y se creía compensado de haber ganado un buen lugar en los dominios de Pedro Botero, donde seguiría guerreando con todos los conocidos que, habiendo partido por delante de él, estuviesen allí esperando su llegada.
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AUSTIN McLean se iba al infierno de cabeza. Él lo sabía, pero no parecía muy preocupado por ello. Había dado demasiada guerra en el mundo y se creía compensado de haber ganado un buen lugar en los dominios de Pedro Botero, donde seguiría guerreando con todos los conocidos que, habiendo partido por delante de él, estuviesen allí esperando su llegada.