El inspector Keller hizo dar media vuelta a su sillón giratorio, y se levantó con aire pensativo, aplastando el recién iniciado cigarrillo contra el fondo del cenicero de su mesa de despacho. Luego miró un instante con fijeza el rostro de Lawton W. Feller, y meneó su cabeza diciendo: —No acabo de comprenderle, Feller. Cuando se le cita en la orden del día por su heroico comportamiento en las filas de Interpol, y se habla extensamente de su expediente en este centro, que le han valido la entrada en el C. I. A., y además se le propone para un ascenso, me viene usted con la peregrina e irrevocable pretensión de darse de baja. En el C. I. A., nunca ha habido bajas.
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El inspector Keller hizo dar media vuelta a su sillón giratorio, y se levantó con aire pensativo, aplastando el recién iniciado cigarrillo contra el fondo del cenicero de su mesa de despacho. Luego miró un instante con fijeza el rostro de Lawton W. Feller, y meneó su cabeza diciendo: —No acabo de comprenderle, Feller. Cuando se le cita en la orden del día por su heroico comportamiento en las filas de Interpol, y se habla extensamente de su expediente en este centro, que le han valido la entrada en el C. I. A., y además se le propone para un ascenso, me viene usted con la peregrina e irrevocable pretensión de darse de baja. En el C. I. A., nunca ha habido bajas.