La señora Martin era mi cliente y la casa que veía ahora en la colina a través de mi parabrisas le pertenecía. Yo no conocía a la señora Martin. La noche anterior me había llamado a mi despacho de Nueva York. Sólo me dijo que necesitaba los servicios de un detective privado y que alguien le había hablado de mí. Traté de saber quién era ese alguien, pero no me lo dijo ni tampoco agregó nada con respecto al asunto para el que me requería. Me citó para el día siguiente a las tres de la tarde en su casa de las afueras de Centerville y allí estaba yo, limpio, aseado y eficiente, conduciendo mi coche por el camino de gravilla que conducía a la casa.
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La señora Martin era mi cliente y la casa que veía ahora en la colina a través de mi parabrisas le pertenecía. Yo no conocía a la señora Martin. La noche anterior me había llamado a mi despacho de Nueva York. Sólo me dijo que necesitaba los servicios de un detective privado y que alguien le había hablado de mí. Traté de saber quién era ese alguien, pero no me lo dijo ni tampoco agregó nada con respecto al asunto para el que me requería. Me citó para el día siguiente a las tres de la tarde en su casa de las afueras de Centerville y allí estaba yo, limpio, aseado y eficiente, conduciendo mi coche por el camino de gravilla que conducía a la casa.