El tren subía lentamente, arrastrado por la locomotora que resoplaba, jadeaba y gruñía, como si quisiera protestar por el exceso de carga. Minutos antes, Rude Kayne había oído decir al revisor que el convoy llegaría a su hora a estación de Loder Hill.
Kayne sacó su reloj del bolsillo de su chaleco y consultó la esfera. Si el revisor no había mentido, estaban solamente a una docena de kilómetros del punto mencionado poco antes.
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El tren subía lentamente, arrastrado por la locomotora que resoplaba, jadeaba y gruñía, como si quisiera protestar por el exceso de carga. Minutos antes, Rude Kayne había oído decir al revisor que el convoy llegaría a su hora a estación de Loder Hill.
Kayne sacó su reloj del bolsillo de su chaleco y consultó la esfera. Si el revisor no había mentido, estaban solamente a una docena de kilómetros del punto mencionado poco antes.