Aquella noche negra, estrellada y carente de luna, que se extendía sobre todo el espacio, nunca había visto brillar un amanecer. El sol, no mayor que una brillante estrella, era una luz indefinida que no hacía sentir su calor. Solamente las luces de las estrellas descubrían el paisaje de pesadilla. Rocas ennegrecidas, fragmentadas, cubiertas por los resplandecientes cristales de una atmósfera congelada en una ancha llanura sin vida, como uno de los cráteres de la luna.
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Aquella noche negra, estrellada y carente de luna, que se extendía sobre todo el espacio, nunca había visto brillar un amanecer. El sol, no mayor que una brillante estrella, era una luz indefinida que no hacía sentir su calor. Solamente las luces de las estrellas descubrían el paisaje de pesadilla. Rocas ennegrecidas, fragmentadas, cubiertas por los resplandecientes cristales de una atmósfera congelada en una ancha llanura sin vida, como uno de los cráteres de la luna.