El tono de reproche de Erika era inconfundible. Dolph giró la cabeza, mirando con expresión preocupada a su prometida. Observó su mirada fría, clavada en la densa cortina de lluvia que caía ante la marquesina, su belicoso adelantamiento de barbilla, y la tirantez altiva del esbelto cuello. Si replicaba algo, Erika se revolvería como un tigre.
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El tono de reproche de Erika era inconfundible. Dolph giró la cabeza, mirando con expresión preocupada a su prometida. Observó su mirada fría, clavada en la densa cortina de lluvia que caía ante la marquesina, su belicoso adelantamiento de barbilla, y la tirantez altiva del esbelto cuello. Si replicaba algo, Erika se revolvería como un tigre.