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¡Qué lejos quedaban ahora las citas a escondidas y los besos robados! Ya que la empresa en la cual trabajaban no toleraba ese tipo de situaciones, sobre todo la posibilidad de que un jefe se liara con una subordinada, y en especial si no era francesa. Afortunadamente, su jefe-amante estaba muy bien considerado en ella e hicieron la vista gorda. ¡Siempre hay excepciones! Y el suyo era el ejemplo claro. Pero, ahora, todo eso había acabado. Era libre, era feliz, y un primo le estaba pagando la casa que siempre había deseado mientras él trabajaba en el fin del mundo. Así que el muy tonto no se enteraba de nada.