Arch Gruber, jinete en su fatigado caballo, avanzó con cuidado hacia el resplandor de la hoguera que ardía en la vertiente sur de las Montañas Rocosas. Donde hay fuego hay hombres y aquella, por entonces, era una tierra salvaje, donde cada hombre debía desconfiar de su semejante. Más aún Arch Gruber, en el estado de ánimo en que se encontraba.
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Arch Gruber, jinete en su fatigado caballo, avanzó con cuidado hacia el resplandor de la hoguera que ardía en la vertiente sur de las Montañas Rocosas. Donde hay fuego hay hombres y aquella, por entonces, era una tierra salvaje, donde cada hombre debía desconfiar de su semejante. Más aún Arch Gruber, en el estado de ánimo en que se encontraba.