El inspector Mallaby estaba en su oficina revisando la declaración de un testigo cuando fue interrumpido por el sargento de la estación: “Tengo un caso afuera, señor. Piensa ha venido a contarnos un asesinato”. Mallaby suspiró y estuvo de acuerdo con la implicación dada por el tono de voz resignado del sargento ¡Otro lunático! Pero Harry Jinks no parecía un hombre que confiesa un asesinato para conseguir publicidad en los periódicos. Y su historia no estaba directamente relacionada con sus propias acciones. Había traído el diario de su primo, un empleado de banco que había resultado herido en un atraco a un banco. El contenido del libro era sensacional y, de ser cierto, alarmante. Parecía ser un registro de una serie de asesinatos —o vendetta privada que se había emprendido contra los delincuentes que habían robado el banco. A medida que el inspector Mallaby leía el diario y cotejaba las entradas con los hechos conocidos, se emocionaba cada vez más.
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El inspector Mallaby estaba en su oficina revisando la declaración de un testigo cuando fue interrumpido por el sargento de la estación: “Tengo un caso afuera, señor. Piensa ha venido a contarnos un asesinato”. Mallaby suspiró y estuvo de acuerdo con la implicación dada por el tono de voz resignado del sargento ¡Otro lunático! Pero Harry Jinks no parecía un hombre que confiesa un asesinato para conseguir publicidad en los periódicos. Y su historia no estaba directamente relacionada con sus propias acciones. Había traído el diario de su primo, un empleado de banco que había resultado herido en un atraco a un banco. El contenido del libro era sensacional y, de ser cierto, alarmante. Parecía ser un registro de una serie de asesinatos —o vendetta privada que se había emprendido contra los delincuentes que habían robado el banco. A medida que el inspector Mallaby leía el diario y cotejaba las entradas con los hechos conocidos, se emocionaba cada vez más.