Entre los años 1866 y 1867, después de la guerra de Secesión, una oleada humana se desbordó por las fronteras de todos los estados de la Unión, extendiéndose por los territorios centrales con rumbo a las lejanas tierras del Oeste, a la sazón incultas y casi deshabitadas. La mayor parte de esta masa de emigración la constituían familias enteras de los estados del Sur arruinadas por la guerra, y entre ellas había soldados de los ejércitos confederados huidos de los campos de prisioneros yanquis, muchos jefes y oficiales del ejército derrotado, traficantes del Este, aventureros… gentes todas sin fortuna y sin hogar, lanzadas por la resaca de la guerra a la conquista de aquellas tierras violentas de aventuras. Entonces, sobre aquel inmenso territorio del Oeste abierto a la conquista, comenzó la historia grandiosa y turbulenta de la Colonización. Por senderos imposibles, descubriendo valles, atravesando ríos, cruzando montañas, desiertos y pantanos, aquella caravana de emigrantes ocupó las tierras vírgenes que hasta entonces sólo habían sido patrimonio de los hombres de piel roja. Y a su paso, surgieron ranchos y haciendas, se alzaron pueblos y ciudades, se poblaron de ganados las inmensas praderas, y sobre el espejismo deslumbrador de aquellas llanuras sin confines, el genio de una casta de conquistadores y de héroes, creó para las futuras generaciones la gran obra de la Colonización (una Civilización y una Epopeya) que el mundo había de contemplar luego con asombro.
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Entre los años 1866 y 1867, después de la guerra de Secesión, una oleada humana se desbordó por las fronteras de todos los estados de la Unión, extendiéndose por los territorios centrales con rumbo a las lejanas tierras del Oeste, a la sazón incultas y casi deshabitadas. La mayor parte de esta masa de emigración la constituían familias enteras de los estados del Sur arruinadas por la guerra, y entre ellas había soldados de los ejércitos confederados huidos de los campos de prisioneros yanquis, muchos jefes y oficiales del ejército derrotado, traficantes del Este, aventureros… gentes todas sin fortuna y sin hogar, lanzadas por la resaca de la guerra a la conquista de aquellas tierras violentas de aventuras. Entonces, sobre aquel inmenso territorio del Oeste abierto a la conquista, comenzó la historia grandiosa y turbulenta de la Colonización. Por senderos imposibles, descubriendo valles, atravesando ríos, cruzando montañas, desiertos y pantanos, aquella caravana de emigrantes ocupó las tierras vírgenes que hasta entonces sólo habían sido patrimonio de los hombres de piel roja. Y a su paso, surgieron ranchos y haciendas, se alzaron pueblos y ciudades, se poblaron de ganados las inmensas praderas, y sobre el espejismo deslumbrador de aquellas llanuras sin confines, el genio de una casta de conquistadores y de héroes, creó para las futuras generaciones la gran obra de la Colonización (una Civilización y una Epopeya) que el mundo había de contemplar luego con asombro.