Al penetrar la vieja criada en la estancia de su señor, como de costumbre, para servirle la cena, lanzó un grito horroroso, dejando caer la bandeja al suelo con estrépito. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y quedaron absortos, sin expresión; acentuóse la mate palidez de su rostro, y un temblor nervioso sacudió su cuerpo. Sobre la cama yacía su amo, con una mueca horrible, desencajadas las órbitas de los ojos, agarrotados los dedos… y una mancha de sangre en el pecho, junto al corazón.