Me sacaron de la cama a las cinco de la madrugada, cuando sólo hacía cuatro horas que me acababa de acostar. Elaborar el informe final del caso Zimbalest me había proporcionado enormes dolores de cabeza, y ahora, cuando me encontraba en el sueño reparador, el timbre del teléfono rompía el encanto del descanso y me lanzaba otra vez al trabajó. Murmurando maldiciones, lo descolgué. Escuché una voz agitada, nerviosa. Tardé algo en reconocerla, debido a mi amodorramiento. Era Bottoms, el detective de la Brigada de Homicidios, que estaba de guardia esa noche. Con voz casi suplicante me rogaba le echara una mano…
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Me sacaron de la cama a las cinco de la madrugada, cuando sólo hacía cuatro horas que me acababa de acostar. Elaborar el informe final del caso Zimbalest me había proporcionado enormes dolores de cabeza, y ahora, cuando me encontraba en el sueño reparador, el timbre del teléfono rompía el encanto del descanso y me lanzaba otra vez al trabajó. Murmurando maldiciones, lo descolgué. Escuché una voz agitada, nerviosa. Tardé algo en reconocerla, debido a mi amodorramiento. Era Bottoms, el detective de la Brigada de Homicidios, que estaba de guardia esa noche. Con voz casi suplicante me rogaba le echara una mano…