El hombre les llevó al ascensor, y pocos minutos después estaban ambos sentados frente a Sir Evan, un hombre de aspecto frío y apagado, como todos y todo lo de aquella casa, se dijo Tinker. Se preguntó qué ocurriría si alguien sonriera allí dentro. «Parece un depósito de cadáveres», acabó pensando, al contemplar lo que le rodeaba. Solo el viejo Venner, del Yard, sonreía alguna vez, aunque fuese de sus propios chistes.
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El hombre les llevó al ascensor, y pocos minutos después estaban ambos sentados frente a Sir Evan, un hombre de aspecto frío y apagado, como todos y todo lo de aquella casa, se dijo Tinker. Se preguntó qué ocurriría si alguien sonriera allí dentro. «Parece un depósito de cadáveres», acabó pensando, al contemplar lo que le rodeaba. Solo el viejo Venner, del Yard, sonreía alguna vez, aunque fuese de sus propios chistes.