De repente comenzaron a sonar estridentemente las señales de alarma. El vigilante de la planta baja fue el primero en reconocer la causa. ¡Fuego! Una densa humareda ascendía por el hueco del montacargas. Sin perder la serenidad, corrió hacia el rincón donde colgaba un extintor de espuma. Lo desenganchó y se asomó al rellano de la escalera que conducía al sótano. Le bastó una ojeada para comprender que su gesto era inútil.
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De repente comenzaron a sonar estridentemente las señales de alarma. El vigilante de la planta baja fue el primero en reconocer la causa. ¡Fuego! Una densa humareda ascendía por el hueco del montacargas. Sin perder la serenidad, corrió hacia el rincón donde colgaba un extintor de espuma. Lo desenganchó y se asomó al rellano de la escalera que conducía al sótano. Le bastó una ojeada para comprender que su gesto era inútil.