Había llegado a París, al iniciarse el otoño del 64, con la obligación profesional de convencer a un puñado de empresarios franceses y hombres de negocios sobre las grandes posibilidades de futuro que tenía la informática y la ineludible necesidad de estar al minuto en aquel campo tecnológico, auténtica rampa de lanzamiento en el despegue hacia una nueva era, tan espectacular como novedosa, en el transcurso de la cual el que no estuviese debidamente preparado e integrado en su momento, ¡adiós muy buenas!
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Había llegado a París, al iniciarse el otoño del 64, con la obligación profesional de convencer a un puñado de empresarios franceses y hombres de negocios sobre las grandes posibilidades de futuro que tenía la informática y la ineludible necesidad de estar al minuto en aquel campo tecnológico, auténtica rampa de lanzamiento en el despegue hacia una nueva era, tan espectacular como novedosa, en el transcurso de la cual el que no estuviese debidamente preparado e integrado en su momento, ¡adiós muy buenas!