Caia la tarde cuando el sheriff de Catus City vio enfilar la calle Principal al solitario jinete. Era un hombre inconfundible y al reconocerle, vuelto hacia sus dos ayudantes que también observaban bajo el porche rezongó: —Habrá “tormenta”… El viejo comisario Richarson quiso hacerse el gracioso, y mirando hacia el cielo, se echó el raído sombrero hacía la nuca, aprobando: —Sí, señor Hopkins. ¡Habrá tormenta! Esta mañana vi nubarrones al levantarme...
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Caia la tarde cuando el sheriff de Catus City vio enfilar la calle Principal al solitario jinete. Era un hombre inconfundible y al reconocerle, vuelto hacia sus dos ayudantes que también observaban bajo el porche rezongó: —Habrá “tormenta”… El viejo comisario Richarson quiso hacerse el gracioso, y mirando hacia el cielo, se echó el raído sombrero hacía la nuca, aprobando: —Sí, señor Hopkins. ¡Habrá tormenta! Esta mañana vi nubarrones al levantarme...