Pistas cruzadas: Cubiertos de polvo y de fatigado aspecto, dos hombres hallábanse sentados en cuclillas a la sombra de un toldo de paja. Uno era de elevada estatura, rostro alargado y expresión cansada, su cuello largo y musculoso tenía un tono apergaminado en tanto que sus huesudos hombros parecían haberse propuesto perforar la raída camisa.
La vida de Lee Terrell: A derecha, a izquierda, hasta donde alcanzaba la vista en aquel punto del noroeste de Tejas, se extendía una llanura interminable, sobre la cual, con desiguales ráfagas, el viento jugaba con las nubes de polvo que levantaba un punto para trasladarlo a otro no muy distante, donde lo depositaba entre las piedras que algún vendaval más fuerte debió de traer de las lejanas montañas, o sobre los mezquites, chollas y otras plantas espinosas que constituían la única vegetación de aquellos parajes abandonados por el hombre, que los creía malditos de Dios.
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Pistas cruzadas: Cubiertos de polvo y de fatigado aspecto, dos hombres hallábanse sentados en cuclillas a la sombra de un toldo de paja. Uno era de elevada estatura, rostro alargado y expresión cansada, su cuello largo y musculoso tenía un tono apergaminado en tanto que sus huesudos hombros parecían haberse propuesto perforar la raída camisa. La vida de Lee Terrell: A derecha, a izquierda, hasta donde alcanzaba la vista en aquel punto del noroeste de Tejas, se extendía una llanura interminable, sobre la cual, con desiguales ráfagas, el viento jugaba con las nubes de polvo que levantaba un punto para trasladarlo a otro no muy distante, donde lo depositaba entre las piedras que algún vendaval más fuerte debió de traer de las lejanas montañas, o sobre los mezquites, chollas y otras plantas espinosas que constituían la única vegetación de aquellos parajes abandonados por el hombre, que los creía malditos de Dios.