El rancho la Flecha: La atmósfera en el pullman resultaba sumamente pesada y a pesar de las instalaciones mecánicas destinadas a evitar tal contingencia, el polvillo blancuzco, menudo, del camino persistía en introducirse por las rendijas.
La venganza de Amarguras: Los abrasadores vientos habían quemado los grandes herbazales del Este. Sólo los pastos que circundaban la ciudad conservaban su frescura y lozanía. Ellsworth estaba rodeado de riqueza. En aquellos momentos era el centro ganadero más importante de Kansas, pero la mayoría de los hombres de la ciudad eran tejanos. Los precios del ganado oscilaban con aterradora inseguridad, y los grandes ganaderos que habían llegado siguiendo la ruta de Tejas conservaban sus miles de reses en las cercanías de la población, esperando, antes de vender, una consolidación de las cotizaciones. Por ello, desde hacía dos meses, más de dos mil vaqueros tejanos, veteranos, en su inmensa mayoría, de la guerra civil, paseaban sus ocios en Ellsworth.
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El rancho la Flecha: La atmósfera en el pullman resultaba sumamente pesada y a pesar de las instalaciones mecánicas destinadas a evitar tal contingencia, el polvillo blancuzco, menudo, del camino persistía en introducirse por las rendijas. La venganza de Amarguras: Los abrasadores vientos habían quemado los grandes herbazales del Este. Sólo los pastos que circundaban la ciudad conservaban su frescura y lozanía. Ellsworth estaba rodeado de riqueza. En aquellos momentos era el centro ganadero más importante de Kansas, pero la mayoría de los hombres de la ciudad eran tejanos. Los precios del ganado oscilaban con aterradora inseguridad, y los grandes ganaderos que habían llegado siguiendo la ruta de Tejas conservaban sus miles de reses en las cercanías de la población, esperando, antes de vender, una consolidación de las cotizaciones. Por ello, desde hacía dos meses, más de dos mil vaqueros tejanos, veteranos, en su inmensa mayoría, de la guerra civil, paseaban sus ocios en Ellsworth.