CUANDO BASIL Dexter pulsó la palanca que marcaría en una cartulina alargada su hora de entrada, no podía pensar que le quedaba muy poco tiempo de permanencia en la fábrica como empleado de la misma. Lo empezó a sospechar minutos después. En el mismo instante en que Newman, el capataz, avanzó hacia él, enseñando sus dientes negros de nicotina. Sus sospechas no carecían de base. Basil Dexter se había despedido aquella mañana de Cicely a escasas yardas de la fábrica, como siempre hacía. —Hasta la tarde, Cis. —Adiós, Basil.
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CUANDO BASIL Dexter pulsó la palanca que marcaría en una cartulina alargada su hora de entrada, no podía pensar que le quedaba muy poco tiempo de permanencia en la fábrica como empleado de la misma. Lo empezó a sospechar minutos después. En el mismo instante en que Newman, el capataz, avanzó hacia él, enseñando sus dientes negros de nicotina. Sus sospechas no carecían de base. Basil Dexter se había despedido aquella mañana de Cicely a escasas yardas de la fábrica, como siempre hacía. —Hasta la tarde, Cis. —Adiós, Basil.