El portero del inmueble 225 de la rué de Montand, hizo una seña con la cabeza y afirmó: —Sí. Éste es el hombre. El inspector Renault, de la brigada criminal, miró al joven que permanecía en pie en el amplio vestíbulo de la escalera. Era un lugar moderno, señorial, en uno de esos barrios que tras la guerra comenzaron a surgir, formando un nuevo París, más funcional y también más adocenado. Renault, un veterano policía, interrogó al portero: —¿Está completamente seguro? El portero reafirmó su posición: —Sí, señor. Le vi perfectamente cuando salía de la casa. Iba con otro hombre.
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El portero del inmueble 225 de la rué de Montand, hizo una seña con la cabeza y afirmó: —Sí. Éste es el hombre. El inspector Renault, de la brigada criminal, miró al joven que permanecía en pie en el amplio vestíbulo de la escalera. Era un lugar moderno, señorial, en uno de esos barrios que tras la guerra comenzaron a surgir, formando un nuevo París, más funcional y también más adocenado. Renault, un veterano policía, interrogó al portero: —¿Está completamente seguro? El portero reafirmó su posición: —Sí, señor. Le vi perfectamente cuando salía de la casa. Iba con otro hombre.