Dick Morgan era un hombre de suerte. Había luchado con toda intensidad en la Academia del C. I. A., para conseguir uno de los primeros números de su promoción. Lo había conseguido plenamente y hasta se había llevado las palabras cálidas y aduladoras de sus jefes, del jefe de la División de Choque, a la que pertenecía ahora, con todos los honores.
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Dick Morgan era un hombre de suerte. Había luchado con toda intensidad en la Academia del C. I. A., para conseguir uno de los primeros números de su promoción. Lo había conseguido plenamente y hasta se había llevado las palabras cálidas y aduladoras de sus jefes, del jefe de la División de Choque, a la que pertenecía ahora, con todos los honores.