Nueva York en verano es un infierno. El calor, húmedo y pegajoso, te entra por la boca, por los Oídos, por las narices, por el… Las ventanas tienen que estar abiertas para no desaprovechar ni el más mínimo soplo de raquítico viento. El ruido, con las ventanas abiertas, te inunda la casa poniéndose a competir con el mejor equipo stereo de Alta Fidelidad. Y lo peor es no tener dinero para conseguir huir de aquella parrilla de asar.
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Nueva York en verano es un infierno. El calor, húmedo y pegajoso, te entra por la boca, por los Oídos, por las narices, por el… Las ventanas tienen que estar abiertas para no desaprovechar ni el más mínimo soplo de raquítico viento. El ruido, con las ventanas abiertas, te inunda la casa poniéndose a competir con el mejor equipo stereo de Alta Fidelidad. Y lo peor es no tener dinero para conseguir huir de aquella parrilla de asar.