No hay mejor estimulante para un nadador agotado, que el pensar que los tiburones se relamen al oírle. Batí dos docenas de records olímpicos y llegué a la playa en un estado de agotamiento total. Me coloqué bajo unos árboles, mientras descansaba y pensaba qué hacer, en una playa desierta, solo, y en mitad de la noche.
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No hay mejor estimulante para un nadador agotado, que el pensar que los tiburones se relamen al oírle. Batí dos docenas de records olímpicos y llegué a la playa en un estado de agotamiento total. Me coloqué bajo unos árboles, mientras descansaba y pensaba qué hacer, en una playa desierta, solo, y en mitad de la noche.