La llanura se extendía tan lisa como la losa de una tumba y se veía igual de viva. Una delgada franja un poco más clara señalaba una senda tan vacía como los bolsillos de un vaquero a mitad de mes. Un buitre se descolgó rasante sobre una piedra con forma de mocasín errando el golpe. Fue lo único que se movió en una hora larga. Los tres jinetes estaban acostumbrados a la paciencia de ese paisaje desierto, fumaban silenciosos a la sombra de una roca gigantesca; los colores de sus ropas congeniaban con el ambiente pedregoso y polvoriento. Y se veían igual de peligrosos.
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La llanura se extendía tan lisa como la losa de una tumba y se veía igual de viva. Una delgada franja un poco más clara señalaba una senda tan vacía como los bolsillos de un vaquero a mitad de mes. Un buitre se descolgó rasante sobre una piedra con forma de mocasín errando el golpe. Fue lo único que se movió en una hora larga. Los tres jinetes estaban acostumbrados a la paciencia de ese paisaje desierto, fumaban silenciosos a la sombra de una roca gigantesca; los colores de sus ropas congeniaban con el ambiente pedregoso y polvoriento. Y se veían igual de peligrosos.