Mike Newman estaba sentado frente a su máquina de escribir en la redacción de El Cronical Post. No había nadie más en la sala en aquellos momentos y le invadía una sensación de paz. Una paz que era difícil vivir allí dentro. Hacía tan sólo un par de horas aquello había sido un verdadero hervidero de gente. La locura diaria, la excitación que hacía de su profesión la más hermosa del mundo.
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Mike Newman estaba sentado frente a su máquina de escribir en la redacción de El Cronical Post. No había nadie más en la sala en aquellos momentos y le invadía una sensación de paz. Una paz que era difícil vivir allí dentro. Hacía tan sólo un par de horas aquello había sido un verdadero hervidero de gente. La locura diaria, la excitación que hacía de su profesión la más hermosa del mundo.