LA tarde de aquel sábado, el patio del rancho B. O. B. propiedad de Ernest Coster, presentaba una extraordinaria animación. Todo el equipo se hallaba presente esperando que terminasen de conferenciar el dueño y Max Jackson, el capataz. Todos habían sido advertidos de que debían esperar órdenes antes de disponerse a gozar del asueto semanal y una viva curiosidad dominaba a todos.
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LA tarde de aquel sábado, el patio del rancho B. O. B. propiedad de Ernest Coster, presentaba una extraordinaria animación. Todo el equipo se hallaba presente esperando que terminasen de conferenciar el dueño y Max Jackson, el capataz. Todos habían sido advertidos de que debían esperar órdenes antes de disponerse a gozar del asueto semanal y una viva curiosidad dominaba a todos.