Rupert Berke, desde una pequeña eminencia del terreno, seguía con atención el extraño vuelo de aquellas aves. Algo había detrás de aquellos accidentes del terreno que les atraían y Rupert decidió que si un pájaro era curioso, él no tenía por qué ser menos. Lo que llamase la atención a las aves, también podía llamársela a él y sin pensarlo mucho empezó a trepar por los accidentes con ánimo de ganar aquellas alturas y llegar donde las aves carniceras tenían cifrada su atención. Rupert Berke era un muchacho que ya había cumplido los veinticinco años, aunque a veces representaba algo más a causa de la espesura de su cerrada y azulenca barba, que cuando la dejaba crecer más de tres días ponía un duro borrón sobre su rostro. Era delgado, pero ágil, ni guapo ni feo, tenía a su favor la sonrisa un tanto irónica que se dibujaba en sus labios al menor gesto que hacía con ellos. Sus ojos eran negros y brillantes, su cabellera tan espesa como la barba, larga y un poco descuidada y su vestimenta tan vulgar como la del cincuenta por ciento de los hombres del Oeste.
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Rupert Berke, desde una pequeña eminencia del terreno, seguía con atención el extraño vuelo de aquellas aves. Algo había detrás de aquellos accidentes del terreno que les atraían y Rupert decidió que si un pájaro era curioso, él no tenía por qué ser menos. Lo que llamase la atención a las aves, también podía llamársela a él y sin pensarlo mucho empezó a trepar por los accidentes con ánimo de ganar aquellas alturas y llegar donde las aves carniceras tenían cifrada su atención. Rupert Berke era un muchacho que ya había cumplido los veinticinco años, aunque a veces representaba algo más a causa de la espesura de su cerrada y azulenca barba, que cuando la dejaba crecer más de tres días ponía un duro borrón sobre su rostro. Era delgado, pero ágil, ni guapo ni feo, tenía a su favor la sonrisa un tanto irónica que se dibujaba en sus labios al menor gesto que hacía con ellos. Sus ojos eran negros y brillantes, su cabellera tan espesa como la barba, larga y un poco descuidada y su vestimenta tan vulgar como la del cincuenta por ciento de los hombres del Oeste.