En el porche del rancho «Tres Círculos», Praince Hume, su propietario, estaba sentado a la sombra, teniendo delante de él en una mesita pequeña, una jarra de cerveza muy fría. Hume era un ranchero a quien le habían salido los dientes cuidando reses. Tuvo una juventud bastante azarosa, fue peón en un rancho cuando sólo contaba dieciocho años, y un día, molesto por ciertas represalias que él entendía que eran injustas, mandó al capataz al diablo y pidió su cuenta. El capataz, molesto por los modales de Hume, le dijo que seguramente no habría rancho que le admitiese en un equipo, a menos que fuese para barrer los cobertizos, pues como peón era una nulidad. Hume ante esta tajante opinión, se revolvió como una fiera y encarándose con él, repuso: —Usted podrá opinar respecto a mi eficiencia como peón, de la manera que más le guste, pero por mi parte, tengo derecho a pensar de usted, en el sentido de que como hombre es más nulidad que yo como peón.
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En el porche del rancho «Tres Círculos», Praince Hume, su propietario, estaba sentado a la sombra, teniendo delante de él en una mesita pequeña, una jarra de cerveza muy fría. Hume era un ranchero a quien le habían salido los dientes cuidando reses. Tuvo una juventud bastante azarosa, fue peón en un rancho cuando sólo contaba dieciocho años, y un día, molesto por ciertas represalias que él entendía que eran injustas, mandó al capataz al diablo y pidió su cuenta. El capataz, molesto por los modales de Hume, le dijo que seguramente no habría rancho que le admitiese en un equipo, a menos que fuese para barrer los cobertizos, pues como peón era una nulidad. Hume ante esta tajante opinión, se revolvió como una fiera y encarándose con él, repuso: —Usted podrá opinar respecto a mi eficiencia como peón, de la manera que más le guste, pero por mi parte, tengo derecho a pensar de usted, en el sentido de que como hombre es más nulidad que yo como peón.