Cuando Nickson alcanzó sus oficinas se encontró sorprendido al descubrir un caballo con arreos militares trabado a la puerta y a un capitán del noveno de caballería paseando con impaciencia. El oficial, apenas descubrió al sheriff, avanzó hacia él, diciendo: —Gracias a Dios, sheriff. Llevo una hora esperándole. —Lo siento, pero estuve cumpliendo con mi deber que no es muy grato que digamos. Pase, haga el favor. Le llevó a su despacho. Allí le indicó una silla, diciendo: —¿Sucede algo, capitán, que requiera mi intervención?
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Cuando Nickson alcanzó sus oficinas se encontró sorprendido al descubrir un caballo con arreos militares trabado a la puerta y a un capitán del noveno de caballería paseando con impaciencia. El oficial, apenas descubrió al sheriff, avanzó hacia él, diciendo: —Gracias a Dios, sheriff. Llevo una hora esperándole. —Lo siento, pero estuve cumpliendo con mi deber que no es muy grato que digamos. Pase, haga el favor. Le llevó a su despacho. Allí le indicó una silla, diciendo: —¿Sucede algo, capitán, que requiera mi intervención?