Las cuatro carretas propiedad de David Brattain, cargadas de pieles, penetraron en la senda que conducía a la factoría de Elk, situada a poca distancia del «Prairie River», el cual había sido atravesado por los vehículos sin mucha dificultad porque el estío había mermado el caudal del río y se podía pasar por muchos lugares, sin necesidad de buscar los vados. Pero esta vez, David no caminaba como siempre guiando la primera carreta, ni luciendo sus impresionantes barbas de tres meses, tiempo que había pasado sumido en los entresijos de Piney Buttes, donde la caza siempre se le había presentado abundante, rindiéndole una buena ganancia a tono con el tremendo esfuerzo realizado durante la temporada.
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Las cuatro carretas propiedad de David Brattain, cargadas de pieles, penetraron en la senda que conducía a la factoría de Elk, situada a poca distancia del «Prairie River», el cual había sido atravesado por los vehículos sin mucha dificultad porque el estío había mermado el caudal del río y se podía pasar por muchos lugares, sin necesidad de buscar los vados. Pero esta vez, David no caminaba como siempre guiando la primera carreta, ni luciendo sus impresionantes barbas de tres meses, tiempo que había pasado sumido en los entresijos de Piney Buttes, donde la caza siempre se le había presentado abundante, rindiéndole una buena ganancia a tono con el tremendo esfuerzo realizado durante la temporada.