En el rostro moreno y enérgico de Hume, no se reflejaba la más leve sensación que acusase lo que las palabras del coronel le producían. Era el tipo clásico del militar frío y recto, para el que las órdenes eran simplemente órdenes sin que en nada influyesen en sus sentimientos personales. Él no tenía criterio. Era un militar supeditado al mando y la responsabilidad de los mandatos recibidos, si eran cumplidos al pie de la letra, incumbían por entero a la superioridad. El coronel mostraba extendido sobre su mesa un gran plano de Dakota, sobre el que iba subrayando con la punta de su lápiz los lugares que indicaba. Aunque el plano lo viese Hume del revés, lo conocía tan bien, que a ojos cerrados hubiese marcado todos los lugares estratégicos del mismo.
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En el rostro moreno y enérgico de Hume, no se reflejaba la más leve sensación que acusase lo que las palabras del coronel le producían. Era el tipo clásico del militar frío y recto, para el que las órdenes eran simplemente órdenes sin que en nada influyesen en sus sentimientos personales. Él no tenía criterio. Era un militar supeditado al mando y la responsabilidad de los mandatos recibidos, si eran cumplidos al pie de la letra, incumbían por entero a la superioridad. El coronel mostraba extendido sobre su mesa un gran plano de Dakota, sobre el que iba subrayando con la punta de su lápiz los lugares que indicaba. Aunque el plano lo viese Hume del revés, lo conocía tan bien, que a ojos cerrados hubiese marcado todos los lugares estratégicos del mismo.