LEW Totter, riendo a mandíbula batiente a la puerta del hotel del poblado, seguía con hilarante curiosidad los esfuerzos que Denise Allen realizaba para dominar su jaca, una jaca castaña, de finos remos, de preciosa estampa y nervios sensibles, que caracoleaba peligrosa sin permitir que la preciosa muchacha que la montaba pudiera hacerse con ella y reducirla a la quietud.
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LEW Totter, riendo a mandíbula batiente a la puerta del hotel del poblado, seguía con hilarante curiosidad los esfuerzos que Denise Allen realizaba para dominar su jaca, una jaca castaña, de finos remos, de preciosa estampa y nervios sensibles, que caracoleaba peligrosa sin permitir que la preciosa muchacha que la montaba pudiera hacerse con ella y reducirla a la quietud.