Fred Cleverland, azuzó un poco su precioso caballo negro y lo puso a la altura de la fina jaca castaña de Dora Murphy, la hija de Boris Murphy, su patrón. Fred era un tipo de hombre joven y no mal parecido. Andaría rondando los treinta años, era de estatura excelente, de airosa y viril presencia, moreno hasta rayar en lo cetrino, con unos ojos negros y grandes muy brillantes y un bigotito bien cuidado, que daba un aspecto más atractivo a su fisonomía. Fred había conquistado el mando del equipo demostrando dureza, sabiduría y condiciones especiales para el cargo y Boris se sentía muy satisfecho de tenerle al frente de sus hombres, aunque a muchos les parecía demasiado joven para un puesto de tal responsabilidad.
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Fred Cleverland, azuzó un poco su precioso caballo negro y lo puso a la altura de la fina jaca castaña de Dora Murphy, la hija de Boris Murphy, su patrón. Fred era un tipo de hombre joven y no mal parecido. Andaría rondando los treinta años, era de estatura excelente, de airosa y viril presencia, moreno hasta rayar en lo cetrino, con unos ojos negros y grandes muy brillantes y un bigotito bien cuidado, que daba un aspecto más atractivo a su fisonomía. Fred había conquistado el mando del equipo demostrando dureza, sabiduría y condiciones especiales para el cargo y Boris se sentía muy satisfecho de tenerle al frente de sus hombres, aunque a muchos les parecía demasiado joven para un puesto de tal responsabilidad.