Los dos hombres se miraron consternados y rabiosos. Aquella era la tercera tentativa que hacían para penetrar en el valle y las tres veces se habían visto detenidos por rifles amenazadores que, apenas les vislumbraron por los estrechos pasos que conducían al valle, habían tronado contra ellos no alcanzándoles por una verdadera casualidad. Y aquello, para Edmund Torlinson y Matt Benyon era algo incomprensible. Varios meses atrás, en un terrible esfuerzo de rodaje por el agrio paisaje de aquella parte del Este de Wháshington, habían conseguido, siguiendo la ribera del río Columbia, alcanzar una parte montañosa enclavada en la gran curva que hacía allí el río por el Norte y la línea de NP por el sur. Un vano grande con algunos poblados repartidos y, en medio, aquella dura espina montañosa en la que habían descubierto un hermoso valle ubérrimo de hierba y arbolado de lo más propicio que pudieran encontrar para instalarse y cultivar la tierra.
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Los dos hombres se miraron consternados y rabiosos. Aquella era la tercera tentativa que hacían para penetrar en el valle y las tres veces se habían visto detenidos por rifles amenazadores que, apenas les vislumbraron por los estrechos pasos que conducían al valle, habían tronado contra ellos no alcanzándoles por una verdadera casualidad. Y aquello, para Edmund Torlinson y Matt Benyon era algo incomprensible. Varios meses atrás, en un terrible esfuerzo de rodaje por el agrio paisaje de aquella parte del Este de Wháshington, habían conseguido, siguiendo la ribera del río Columbia, alcanzar una parte montañosa enclavada en la gran curva que hacía allí el río por el Norte y la línea de NP por el sur. Un vano grande con algunos poblados repartidos y, en medio, aquella dura espina montañosa en la que habían descubierto un hermoso valle ubérrimo de hierba y arbolado de lo más propicio que pudieran encontrar para instalarse y cultivar la tierra.