Dejando que su cabalgadura caminase a su albedrío, torció la vista y sus agudos ojos se clavaron en una amplia construcción que, a su derecha, próxima a la “Meseta del Caballo”, se extendía olímpicamente con sus amplios barracones, su dilatada empalizada de espino y su vivienda grácil y amplia, denotadora de la omnipotencia de su dueño. Aquel era el rancho “Y Doble”, propiedad de Ted Deninson, su más enconado e irreconciliable enemigo. El terreno que pisaba hasta donde se perdía su vista pertenecía al potentado ganadero, uno de los más rices del Estado de Utah.
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Dejando que su cabalgadura caminase a su albedrío, torció la vista y sus agudos ojos se clavaron en una amplia construcción que, a su derecha, próxima a la “Meseta del Caballo”, se extendía olímpicamente con sus amplios barracones, su dilatada empalizada de espino y su vivienda grácil y amplia, denotadora de la omnipotencia de su dueño. Aquel era el rancho “Y Doble”, propiedad de Ted Deninson, su más enconado e irreconciliable enemigo. El terreno que pisaba hasta donde se perdía su vista pertenecía al potentado ganadero, uno de los más rices del Estado de Utah.