El látigo restalló en el aire como un cohete, y el cuero, ciñéndose a los flancos de los dos poderosos caballos que arrastraban el pesado carromato, dejó la huella de un largo surco sobre la brillante y sudorosa piel de las dos pobres bestias de carga. —¡Tío Tom! —gritó Nelly, entre indignada y dolorida—. ¿Por qué maltrata de esa forma tan cruel a los infelices animales? ¿No ve usted que no pueden correr más?
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El látigo restalló en el aire como un cohete, y el cuero, ciñéndose a los flancos de los dos poderosos caballos que arrastraban el pesado carromato, dejó la huella de un largo surco sobre la brillante y sudorosa piel de las dos pobres bestias de carga. —¡Tío Tom! —gritó Nelly, entre indignada y dolorida—. ¿Por qué maltrata de esa forma tan cruel a los infelices animales? ¿No ve usted que no pueden correr más?