INCLINADO sobre el mostrador del almacén de Goliat, en Los Olivos, un pueblo bastante importante próximo a la costa salvaje, se hallaba Sol Holt. La postura de Sol, vista desde fuera, resultaba un poco ridícula, porque para acodar sus brazos en el tablero del mostrador y apoyar en las palmas de sus grandes manos el saliente y firme mentón, se había visto precisado a formar un pronunciado arco con su cuerpo, única forma de adoptar aquella postura contemplativa.
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INCLINADO sobre el mostrador del almacén de Goliat, en Los Olivos, un pueblo bastante importante próximo a la costa salvaje, se hallaba Sol Holt. La postura de Sol, vista desde fuera, resultaba un poco ridícula, porque para acodar sus brazos en el tablero del mostrador y apoyar en las palmas de sus grandes manos el saliente y firme mentón, se había visto precisado a formar un pronunciado arco con su cuerpo, única forma de adoptar aquella postura contemplativa.