El otro viajero que seguía a su lado a caballo escuchando con ligera sonrisa las lamentaciones de su compañero, exclamó: —¿Puede servir de algo mi opinión profana, doctor Halliday? —¡Diablo!… Si no creyese que me servía para algo, no se la pediría. —Entonces se la daré. Mi opinión es que maneja usted mejor el revólver que los diagnósticos. —¡Rayos del averno!… No me diga eso. ¡Pero si usted sabe que he remendado más corambres humanas que pelos tengo en la cabeza y todos han estado conformes en asegurar que soy el mejor médico de todo el Oeste!
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El otro viajero que seguía a su lado a caballo escuchando con ligera sonrisa las lamentaciones de su compañero, exclamó: —¿Puede servir de algo mi opinión profana, doctor Halliday? —¡Diablo!… Si no creyese que me servía para algo, no se la pediría. —Entonces se la daré. Mi opinión es que maneja usted mejor el revólver que los diagnósticos. —¡Rayos del averno!… No me diga eso. ¡Pero si usted sabe que he remendado más corambres humanas que pelos tengo en la cabeza y todos han estado conformes en asegurar que soy el mejor médico de todo el Oeste!