LOS cuatro hombres empezaron a contar acompasadamente: —Uno… ¡Dos…! ¡Tres…! ¡Fuera! Lanzaron el bulto humano que sostenían entre los cuatro. El bulto humano salió despedido, rompió los cristales del saloon y terminó rodando por el polvo de la calle. Una vez allí se palpó el bolsillo derecho de su levita y barbotó: —¡Maldita sea! ¡También me han roto la botella! Fue todo lo que se le ocurrió.
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LOS cuatro hombres empezaron a contar acompasadamente: —Uno… ¡Dos…! ¡Tres…! ¡Fuera! Lanzaron el bulto humano que sostenían entre los cuatro. El bulto humano salió despedido, rompió los cristales del saloon y terminó rodando por el polvo de la calle. Una vez allí se palpó el bolsillo derecho de su levita y barbotó: —¡Maldita sea! ¡También me han roto la botella! Fue todo lo que se le ocurrió.