El cuchillo de desollar le había segado el cuello. Las violentas paredes amarillas se tiñeron de rojo. De las cuatro mujeres, tres estaban atónitas. Pero una, la que hasta entonces había permanecido de rodillas como una santita, parecía ahora tan tranquila. Había cambiado tan de repente, de un modo tan teatral, que no parecía la misma. Se levantó la falda. Acoplada a su media derecha iba una funda donde todos vieron perfectamente un revólver Colt de pequeño tamaño y capaz de dos disparos.
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El cuchillo de desollar le había segado el cuello. Las violentas paredes amarillas se tiñeron de rojo. De las cuatro mujeres, tres estaban atónitas. Pero una, la que hasta entonces había permanecido de rodillas como una santita, parecía ahora tan tranquila. Había cambiado tan de repente, de un modo tan teatral, que no parecía la misma. Se levantó la falda. Acoplada a su media derecha iba una funda donde todos vieron perfectamente un revólver Colt de pequeño tamaño y capaz de dos disparos.