Aún había restos de nieve en las cumbres, pero en el valle todo era verdor cuando entraron las carretas. Éstas eran seis y formaron en columna para pasar por el estrecho sendero que daba entrada al valle. El viaje había sido largo, agotador, y las lonas estaban cubiertas de polvo. Pero valía la pena. Todos los esfuerzos quedaban compensados por el solo hecho de poder llegar a aquella especie de paraíso. Las seis familias que ocupaban las seis carretas podían encontrar allí tierra fértil, agua abundante, buen clima y, sobre todo, paz. Era como una especie de tierra de promisión, la tierra de promisión que todos ellos soñaron un día. El que dirigía la caravana gritó: —¡Altoooooo…!
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Aún había restos de nieve en las cumbres, pero en el valle todo era verdor cuando entraron las carretas. Éstas eran seis y formaron en columna para pasar por el estrecho sendero que daba entrada al valle. El viaje había sido largo, agotador, y las lonas estaban cubiertas de polvo. Pero valía la pena. Todos los esfuerzos quedaban compensados por el solo hecho de poder llegar a aquella especie de paraíso. Las seis familias que ocupaban las seis carretas podían encontrar allí tierra fértil, agua abundante, buen clima y, sobre todo, paz. Era como una especie de tierra de promisión, la tierra de promisión que todos ellos soñaron un día. El que dirigía la caravana gritó: —¡Altoooooo…!