El sheriff examinó de arriba abajo, una y otra vez, los tres ataúdes y murmuro: —Son de buena calidad. —Excelentes —dijo el juez—. Excelentes. En todo el estado de Idaho no se fabrica nada mejor. El empresario de pompas fúnebres de la localidad se acercó también y dijo: —Son mi mejor trabajo. Miren los cristales que dejan descubrir los rostros. Miren con qué claridad se ven los cadáveres. Miren. Los hombres miraron. Dentro de los ataúdes había dos hombres y una muchacha, el mayor de los cuales no debía haber cumplido aún los veinticuatro años.
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El sheriff examinó de arriba abajo, una y otra vez, los tres ataúdes y murmuro: —Son de buena calidad. —Excelentes —dijo el juez—. Excelentes. En todo el estado de Idaho no se fabrica nada mejor. El empresario de pompas fúnebres de la localidad se acercó también y dijo: —Son mi mejor trabajo. Miren los cristales que dejan descubrir los rostros. Miren con qué claridad se ven los cadáveres. Miren. Los hombres miraron. Dentro de los ataúdes había dos hombres y una muchacha, el mayor de los cuales no debía haber cumplido aún los veinticuatro años.