Los cuatro jinetes se aproximaban a poca velocidad al centro de la calle Principal de Omaha. Levantaban solo pequeñas nubecillas de polvo y sus caballos apenas hacían ruido. Ringo no se fijó en ellos porque eran como tantos y tantos otros jinetes que atravesaban la ciudad. Con sus sombreros cubiertos de polvo, con sus pañuelos al cuello y con sus revólveres muy brillantes, como si continuamente los limpiaran. Desde hacía años, casi todos los forasteros que pasaban por Omaha eran así. ¿Para qué fijarse en éstos? Indicó el almacén a su padre.
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Los cuatro jinetes se aproximaban a poca velocidad al centro de la calle Principal de Omaha. Levantaban solo pequeñas nubecillas de polvo y sus caballos apenas hacían ruido. Ringo no se fijó en ellos porque eran como tantos y tantos otros jinetes que atravesaban la ciudad. Con sus sombreros cubiertos de polvo, con sus pañuelos al cuello y con sus revólveres muy brillantes, como si continuamente los limpiaran. Desde hacía años, casi todos los forasteros que pasaban por Omaha eran así. ¿Para qué fijarse en éstos? Indicó el almacén a su padre.