Al condenado se le trasladó a la habitación interior donde estaba la horca. Esta vez no la habían montado en el patio central a causa del mal tiempo. El alcaide de la prisión había pensado: «No es justo que todos pillemos una pulmonía por culpa de un hombre al que colgar». Todos los testigos habían entrado primero. El alcaide fue a su despacho para recoger la orden de ejecución que pensaba firmar con el «Cumplimentado» al pie mismo del patíbulo. Luego se trasladó de nuevo al sitio donde había sido instalada la horca, y que estaba a pocos pasos de distancia. El condenado ya había subido los fatídicos peldaños y estaba sobre la plataforma, con los pies en la trampilla. Pero aún no le habían puesto la cuerda al cuello. Esperaban que el alcaide diera la orden para eso
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Al condenado se le trasladó a la habitación interior donde estaba la horca. Esta vez no la habían montado en el patio central a causa del mal tiempo. El alcaide de la prisión había pensado: «No es justo que todos pillemos una pulmonía por culpa de un hombre al que colgar». Todos los testigos habían entrado primero. El alcaide fue a su despacho para recoger la orden de ejecución que pensaba firmar con el «Cumplimentado» al pie mismo del patíbulo. Luego se trasladó de nuevo al sitio donde había sido instalada la horca, y que estaba a pocos pasos de distancia. El condenado ya había subido los fatídicos peldaños y estaba sobre la plataforma, con los pies en la trampilla. Pero aún no le habían puesto la cuerda al cuello. Esperaban que el alcaide diera la orden para eso