«Siempre serás un vagabundo —le habían dicho a Kenton—. Por muchos años que vivas, no echarás raíces en ninguna parte». Y eso amenazaba con ser verdad. Kenton ya había trabajado en Idaho, en Iowa, en Kansas y ahora estaba en Oklahoma. Siempre igual. Sin más amigos que su caballo y su revólver, de los que no se separaba nunca. Aunque el hecho de que Kenton no tuviera amigos se debía no al mal carácter, sino al hecho de que permaneciera tan poco tiempo en cada sitio. Cuando la gente empezaba a fijarse en él, ya se había largado con la música a otra parte. Había conocido, en sus correrías, a gente muy extraña. Pero quizá el más extraño tipo de los que había conocido fuera aquel que estaba completamente solo en el *saloon* de Oklahoma City.
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«Siempre serás un vagabundo —le habían dicho a Kenton—. Por muchos años que vivas, no echarás raíces en ninguna parte». Y eso amenazaba con ser verdad. Kenton ya había trabajado en Idaho, en Iowa, en Kansas y ahora estaba en Oklahoma. Siempre igual. Sin más amigos que su caballo y su revólver, de los que no se separaba nunca. Aunque el hecho de que Kenton no tuviera amigos se debía no al mal carácter, sino al hecho de que permaneciera tan poco tiempo en cada sitio. Cuando la gente empezaba a fijarse en él, ya se había largado con la música a otra parte. Había conocido, en sus correrías, a gente muy extraña. Pero quizá el más extraño tipo de los que había conocido fuera aquel que estaba completamente solo en el *saloon* de Oklahoma City.