La tierra estaba seca como las entrañas de un coyote que hubiera muerto seis meses antes. El sol reverberaba en ella y arrastraba a las piedras reflejos metálicos. El aire subía como en oleadas calientes hacia el cielo. No se veía ni un matojo de hierba ni mucho menos un charquito de agua. Todo era polvo, silencio, soledad. Los cuatro hombres se detuvieron y examinaron la llanura que se perdía de vista. El sudor resbalaba por sus facciones. Dos de ellos aprovecharon el leve descanso para pasarse unos pañuelos muy sucios por sus frentes y por sus cuellos. De los cuatro hombres, había tres que tenían aspecto de vagabundo. Correspondían a ese clásico tipo que solía encontrarse en todas las ciudades del Oeste y que se enrolaba por poco dinero para cualquier clase de aventura. El cuarto hombre, el más alto y fuerte, llevaba una estrella de agente federal.
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La tierra estaba seca como las entrañas de un coyote que hubiera muerto seis meses antes. El sol reverberaba en ella y arrastraba a las piedras reflejos metálicos. El aire subía como en oleadas calientes hacia el cielo. No se veía ni un matojo de hierba ni mucho menos un charquito de agua. Todo era polvo, silencio, soledad. Los cuatro hombres se detuvieron y examinaron la llanura que se perdía de vista. El sudor resbalaba por sus facciones. Dos de ellos aprovecharon el leve descanso para pasarse unos pañuelos muy sucios por sus frentes y por sus cuellos. De los cuatro hombres, había tres que tenían aspecto de vagabundo. Correspondían a ese clásico tipo que solía encontrarse en todas las ciudades del Oeste y que se enrolaba por poco dinero para cualquier clase de aventura. El cuarto hombre, el más alto y fuerte, llevaba una estrella de agente federal.