El sheriff levantó el brazo derecho y apretó los dientes. —¡Ahora! —gritó. Sólo le faltaban unos segundos, sólo necesitaba dejar caer aquel brazo con fuerza para que la ejecución se consumase. El caballo echaría a correr al sentir el golpe en las ancas, y el condenado a muerte quedaría colgado de la soga, pataleando en el aire. ¡Plaf!
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El sheriff levantó el brazo derecho y apretó los dientes. —¡Ahora! —gritó. Sólo le faltaban unos segundos, sólo necesitaba dejar caer aquel brazo con fuerza para que la ejecución se consumase. El caballo echaría a correr al sentir el golpe en las ancas, y el condenado a muerte quedaría colgado de la soga, pataleando en el aire. ¡Plaf!